martes, 8 de noviembre de 2011

[BAUTIZARÉ UNA NUBE]

Bautizaré una nube, justo como solía hacerlo antes. Le pondré tu nombre y lloverá melancolía. Viviré al descubierto, observando siempre por si aquella nube cruza el cielo. Siempre observando, por si tu nombre regresa y caen gotas de inspiración nuevamente sobre mi. Esperando siempre que la nube que nombré regrese sobre mí. Siempre esperando a por aquella porción de cielo tan parecida a ti.
Buscando siempre. Siempre buscando.
Y así, buscando, aprenderé a volar y viajaré por todo nuestro cielo, con el único afán y la única intención de encontrarte en una nube.

[A VECES]

A veces volteo y pienso que deberíamos regresar juntos a aquellos días de felicidad y armonía, donde sólo existía el viento en nuestras alas, el horizonte, tú y yo. 
A veces escucho a la luna gritarme sin piedad una y otra vez, lo que me atreví a confesarle, la escucho hablar de ti y luego de mí, pero nunca de los dos al mismo tiempo.
A veces pruebo el sabor del viento y me sabe a soledad y tristeza, me corta la lengua y penetra en mi razón, haciéndome perder el equilibrio.
A veces camino descalzo, para sentir el frio del piso y despertarme de los largos letargos en los que inevitablemente  caigo cada 26 de mes.
A veces olvido las cosas porque me distraigo con el olor de tu pelo que se quedó flotando sobre las cuerdas de mi guitarra. Cada vez que vibran por mi mano se desprende, te recuerdo y olvido al mundo.
En fin, a veces continúo perdiéndome y convirtiéndome en el espectro que solía ser cuando te extrañaba.
A veces, sólo a veces.

[CON LA SIMPLICIDAD DE UN AVE]

Dicen que la voz de Dios se puede escuchar en todas partes. Yo he descubierto una especialmente nítida, cristalina, y fabricada con colores vivos, a veces azules, o rojos, o a veces también verdes, incluso a veces parece más bien un pequeño arcoíris.
Hace tiempo ya que disfruto de escucharla; intento escucharla cuando me levanto, cuando camino, y también cuando me siento a simplemente no hacer nada. No la escucho cuando me duermo, porque la voz de Dios se acuesta siempre temprano; sin embargo los lunes a primera hora me gusta sentarme junto a la ventana porque ahí es a donde mejor llega su sonido.
Ésta forma de escucharlo es como el viento, viene y va de aquí para allá, y así como varía de color también su forma y tamaño pueden variar; algunas veces es chiquita y con el pecho rojo, otras veces es también chiquita pero café pardo y se la pasa dando brinquitos, ahora aquí, luego más allá, también hay veces que son grandes y grises, y hay otras más grandes y blancas, que suelen estar en lagos, se es afortunado si se oye su canto.
Y cuando Dios está feliz hace una fiesta de todas sus voces, las junta a todas en un solo árbol, y puedes escucharlas a todas hablándote al mismo tiempo.