Dicen que la voz de Dios se puede escuchar en todas partes. Yo he descubierto una especialmente nítida, cristalina, y fabricada con colores vivos, a veces azules, o rojos, o a veces también verdes, incluso a veces parece más bien un pequeño arcoíris.
Hace tiempo ya que disfruto de escucharla; intento escucharla cuando me levanto, cuando camino, y también cuando me siento a simplemente no hacer nada. No la escucho cuando me duermo, porque la voz de Dios se acuesta siempre temprano; sin embargo los lunes a primera hora me gusta sentarme junto a la ventana porque ahí es a donde mejor llega su sonido.
Ésta forma de escucharlo es como el viento, viene y va de aquí para allá, y así como varía de color también su forma y tamaño pueden variar; algunas veces es chiquita y con el pecho rojo, otras veces es también chiquita pero café pardo y se la pasa dando brinquitos, ahora aquí, luego más allá, también hay veces que son grandes y grises, y hay otras más grandes y blancas, que suelen estar en lagos, se es afortunado si se oye su canto.
Y cuando Dios está feliz hace una fiesta de todas sus voces, las junta a todas en un solo árbol, y puedes escucharlas a todas hablándote al mismo tiempo.